EL SUR ES AMÉRICA
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Un gran país

7/21/2013

7 Comentarios

 
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Por Luz Stella Mejía

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Había una vez un gran país. No era grande en tamaño, no. No era gigante como esos territorios perpetuamente hambrientos que tienen que estar engordando con la tierra de los vecinos y de los lejanos. No. No era tan pequeño como esas aldeas con pretensiones de países, que no tienen hospitales o colegios o supermercados. No. En tamaño era intermedio: ni muy grande ni muy chico. Pero era un gran país.

Grande en recursos y recursividad. Grande en riquezas y pobrezas. Grande en festejos y tragedias. Grande en su gente. Las personas de este país eran alegres, generosas, trabajadoras, cálidas, serviciales. Eran inteligentes y trabajaban en todos los ámbitos del saber y el poseer. Eran ingeniosas, creativas y con muy buen humor. Todos juntos podían hacer de su patria un Gran País.


Muchos eran famosos por fuera del país. Escritores, cantantes, pintores, escultores, arquitectos, doctores, futbolistas, ingenieros, ciclistas. Ganaban premios mundiales o eran reconocidos en otros países. Muchos otros no eran famosos, pero igual eran excelentes escritores, cantantes, pintores, escultores, arquitectos, doctores, futbolistas, ingenieros y ciclistas y eran reconocidos en su medio. Mejor dicho, había muchas personas excelentes en lo que hacían. Y había también muchas excelentes personas aunque pareciera que lo que hacían no era tan importante.

Además su territorio era privilegiado. Tenía montañas y lagos y muchísimos ríos. Cosa bien importante cuando el agua es vital y va a escasear muy pronto. Por eso hombres que saben (no sabios) de otros países grandes vinieron a adueñarse de las fuentes. Tenía además desiertos y páramos, selvas húmedas, bosques secos, ciénagas y humedales. Tenía todos los posibles entornos, bellos y únicos.

Lo bañaban dos mares. Pocos países, grandes o pequeños, pueden vanagloriarse de lo mismo. Dos enormes y hermosos mares, llenos de bellezas, de recursos, de posibilidades. Arrecifes de coral, manglares, pastos marinos, con toda la riqueza de vida que albergan, con toda la magnificencia colorida que despliegan.

Tenía más aves, que ningún otro país en el mundo. Eso quiere decir que, por ejemplo, una niña se levanta por la mañana y escucha, entre las arracachas, un pinzón cabeziamarillo. Y lo escucha su familia, y los vecinos, las gentes del pueblo y nadie más. En todo el planeta tierra nadie, nadie puede escuchar un canto semejante. Porque pajaritos como ése solo viven en ese sitio. Tenía más ranas que ningún otro país del mundo. O sea que, por ejemplo, sólo en una región de este país puede pasar que un señor salga con su hijo a caminar y le diga:
—Cuidado mijo, no toque esa ranita dorada porque es la más venenosa.

Y así muchos otros animales y plantas como sapos, peces, mariposas, lagartijas, orquídeas y palmas. Para resumir, se decía del país que era megadiverso que significa requetediverso. Porque a pesar de no ser un país grande, tenía muchas especies. O sea, si comparamos el mundo con el lado de la cancha de futbol en el que juega el equipo favorito, el territorio del país es la portería. Pero si ponemos todas las especies de animales y plantas del mundo en una cancha de futbol, las especies del país ocuparían toda la zona de penalti.

El problema era que siempre los que mandaban eran hombres pequeñitos. Y digo hombres porque las mujeres todavía no habían podido coger la pluma con que se escribe la historia. Estos hombres pequeñitos y mandones hacían de un gran país, un pobre país. Un país irrisorio, un país de matones, un país de exiliados, un país de ladrones. Un país feudal.

Feudal porque no había una democracia de verdad, verdad, era de mentiras. En cada pedazo de país había un señor feudal que mandaba sobre tierras, haciendas y vidas. Algunos los llamaban guerrillas, otros paramilitares, otros narcotraficantes, otros gamonales, hacendados, jefes, gobernadores o presidentes. Pero todos tenían algo en común: cumplían sus propias leyes y todo lo que hacían era en beneficio propio y de su familia. O sea, no había verdaderos gobernantes que deben estar al servicio del pueblo, no, no ¡eso haría del país una potencia! No. El país estaba condenado a ser la finca de los gamonales. La hacienda rica de un hombre pequeñito que con su visión de idiota, empobrecía la vida de millones de hombres y mujeres grandes.

Para que se entienda, les voy a poner ejemplo: una bella ciudad a la orilla del mar, la más antigua del país. Con un mar precioso y la montaña costera más alta del mundo, con mucha historia y diversas culturas compartiendo territorio. Tenía todo para ser un destino turístico espectacular: playas, arrecifes de coral, un hermoso parque natural, una gran montaña con infinidad de ríos y quebradas con pozos y rápidos, ruinas indígenas. Tenía todo para ser un paraíso. Sin embargo, por los intereses de unos pocos se desperdiciaba como carbonera sucia. Por la desidia de los habitantes se podría como orinal de borrachos nocturnos. El gobierno corrupto solo estaba allí para enriquecerse, pues los que realmente mandaban eran los señores feudales de la derecha y su ejército personal. Eran ellos los que ponían edictos en los barrios, los que dejaban pasar o no, los que daban y quitaban trabajo, los que decidían que hacer con los parques naturales y a quién matar cuando no conseguían lo que querían.

En este país no se planeaba nada, todo se hacía por la conveniencia de la familia del señor feudal. Por ejemplo, si el que mandaba tenía una finca en los llanos, por decir algo, pues se hacia la carretera que la comunicaba con la capital. Mientras el resto de país transitaba por carreteras de lodo, o no transitaba nada porque no había carreteras. Es un milagro que años después hicieran unas cuantas vías, pero pronto fue evidente que no eran suficientes. Y hablando de transportes, era el único país del mundo que teniendo carrileras no tenía trenes y habiendo disfrutado en el pasado de barcos de vapor ya no transitaba sino basura por sus ríos. Gracias a que los mandones solo iban tras sus intereses. Tendría ferrocarriles si el jefazo de turno tuviera acciones en las vías férreas. Navegarían si el señor feudal tuviera sus barcos propios.

El poder era para beneficiar a las familias. Como los hijos del gamonal que aprovechaban su posición para hacer negocios. Era como si papi dijera: —Voy llamar a comer– lo decía duro para que sus pequeños lo escucharan, salieran corriendo y llegaran primero. O como si se acercara la hora de la comida y los niños, sabiendo, llegaran a la mesa y se sentaran primero, nadie se los impediría siendo los hijos de papi, y una vez acomodados el gamonal anuncia: —Es hora de comer. Así siempre ganaban, los ladinos. De esta manera, los hijos del gamonal se convierten en gamonales. Con el empujoncito de papi, pueden monopolizar el negocio y no les importa quitarles las boronas a los trabajadores grandes. No. los hombres pequeñitos siempre han sido bastante miserables. Al fin y al cabo solo se ven a sí mismos y son incapaces de ver el futuro de un país.

También pasa que el hijo de papi presidente se convierte también en presidente. Se heredan la hacienda, como buenos nobles innobles. Así hijito de papi manda, aunque no sea capaz ni de hacer un mandado. De esta manera el país sigue siendo un paisito, pobrecito, pequeñito, a pesar de ser un gran país.

O los jefes que hacen de su cargo un reinado inmarcesible. Se apropian de cargos como si fueran dueños, no encargados y hacen de sus dependencias su servidumbre personal. Mueven a todos los demás para hacerle campo a su bella acompañante, así toque descabezar a los mejores. Y algunos llegan hasta a cambiar la estructura de las empresas que están gobernando para crear cargos que contengan a su cortesana. No importa que la nueva estructura sea contraria a los intereses de la compañía. Eso pasa en todas partes, me dirán. Si, la diferencia es que en otras partes no queda impune.

Vivieron muchos hombres grandes, líderes. Pero los mandones, hombres pequeñitos, siempre los sacaron del camino: los mataron o los exiliaron. Así este gran país, con grandes gentes, grandes recursos, grandes ideas, se ha manejado con la visión pequeñita de hombres minúsculos que han cambiado las leyes a su antojo, que no han permitido el progreso sino la depredación de los recursos, avasallando a los que han querido oponerse y destruyendo lo quedaba de país.

Pero sucedió que las grandes gentes se cansaron: Es suficiente, gritaron. Queremos nuestro país de vuelta. Y empezaron a pensar independientemente, a no tragar entero las mentiras de los señores feudales que se hacían eco en los periódicos, la radio y la televisión que los mismos señores poseían. Empezaron a exigir a sus mandones que se fueran de sus cargos y eligieron grandes personas para gobernar. Personas que sabían, podían y querían gobernar, no mandar. Y las gentes las siguieron de cerca para que no se desviaran del camino. Empezaron a enseñar a sus hijos que el futuro se construye, no se hereda ni se hurta. Que el que roba se degrada a sí mismo y le roba posibilidades a sus propios hijos. Que las leyes se han hecho para poder vivir en sociedad y que todos tengan oportunidades y derechos, pero que hay que tener criterio para saber cuándo hay que cambiar una ley. Que se puede progresar sin destruir, que la conservación de la naturaleza no es sólo un asunto sentimental, es un problema de supervivencia. Que ser una gran persona no es ser famoso o bella o rico o poderosa. Es ser el mejor yo posible. Que si quieren ser famosos no busquen ser estrellitas fugaces, eso trae una satisfacción pequeña y corta. Que busquen, como las estrellas de verdad, perdurar. El tiempo es el mejor juez. Solo las grandes personas son recordadas y admiradas por la historia, las personas de calidad humana que tuvieron visión de país. Los hombres pequeñitos pueden conseguir ser admirados y temidos en vida. Una vez muertos son lo que son: pequeños seres humanos que entorpecieron el destino de todo un país. En otras palabras, despreciables.

Publicado por Luz Stella Mejía on 07/20/2013
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Pinzón cabeciamarilo (Atlapetes flaviceps), especie de ave endémica de Colombia. Ha sido encontrado en el valle del río La Plata en el departamento del Huila y en la cuenca del río Coello, en el departamento del Tolima, en Juntas, Roncesvalles y el río Toche.
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La rana dorada venenosa (Phyllobates terribilis) es endémica de la costa pacífica colombiana. Este anfibio es actualmente considerado el vertebrado más venenoso del mundo. Su hábitat son las selvas húmedas de los departamentos del Chocó, Cauca y Valle del Cauca en la costa pacífica de Colombia.
7 Comentarios
Hector Navia Garzon link
7/21/2013 05:14:41 am

Impactante, estupendo, real. Mis respetos por la manera de ver el mundo y contenerlo en las manos y alumbrarlo con los dedos.

Responder
Luz Stella Mejía
7/21/2013 07:23:30 am

Gracias Héctor, qué palabras tan lindas

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Hernando Villate P
7/24/2013 05:05:08 am

Muy buen análisis de ese país.. el problema es el de siempre: aunque los "malos" son menos que los "buenos", los malos hacen mientras los buenos miran hacer..

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Luz Stella Mejía
7/24/2013 02:12:24 pm

Hola Hernando, que rico leerte por aquí! Gracias por tu comentario. Tienes toda la razón, esa apatía nuestra es la que aprovechan los "gobernantes" para hacer, deshacer o no hacer, siempre en su propio beneficio.

Responder
Luz Stella Mejía
7/24/2013 02:09:30 pm

Hola Hernando, que rico leerte por aquí! Gracias por tu comentario. Tienes toda la razón, esa apatía nuestra es la que aprovechan los "gobernantes" para hacer, deshacer o no hacer, siempre en su propio beneficio.

Responder
Javier Diaz Ochoa
7/27/2013 01:06:31 pm

Muy bueno el artículo, felicitaciones! Sabes que creo que no solo en Colombia sino en muchas partes de Latinoamérica pasan cosas semejenates. Me da la impresión que preservamos casi intactas algunas estructuras coloniales, en las cuales los criollos perpetuaron el estilo de manejar naciones tal cual fincas.

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Luz Stella Mejía
7/27/2013 02:21:20 pm

Hola Javier, de acuerdo contigo. Es algo muy cultural de nuestra mezcla hispano-americana. Muy de señor feudal, muy de nobles y plebeyos. El clasismo de nuestros países es una muestra. Abrazos!

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