![]() Me preguntan aquí donde vivo que por qué estoy tan triste con los resultados del plebiscito: ¿Está tu familia en grave peligro de muerte? No, no, no ¿o sí? ¿Cómo saberlo? si todo el país está en la incertidumbre y cualquier chispa puede desatar la violencia, de un bando o el otro o el otro. Entonces yo les pregunto a ellos: ¿Cuántos muertos han visto en su vida? muertos ajenos, de esos que están tirados en la acera, de esos cuya sangre rueda calle abajo y nadie limpia, y hay que esperar que la lluvia venga y se la lleve. Y me miran aterrados, alguno dice: uno, cuando era niño, un atropellado en la calle. Y yo les pregunto: ¿Cuántos vidrios de sus casas se han roto por las bombas? Y cuantos de su familia han sido asesinados, secuestrados, cortados en pedacitos frente a sus familias. Cuantas fincas han perdido, cuántas hectáreas de tierra no heredaron de sus padres y abuelos porque fueron robadas a punta de bala. Y sólo hay un silencio pesado, indefinible porque es un silencio de miedo, de tristeza de horror ante lo insondable. Y yo les tengo que decir que a mí la guerra no me tocó, pero sí me tocó, porque tengo una respuesta clara y triste, una respuesta numérica a cada una de esas preguntas. Y luego me preguntan por la guerra, quieren datos, hechos y yo les doy cifras: 52 años de la última guerra (antes de ésta hubo más guerras, las que les tocaron a nuestros padres y abuelos; y durante esta última hubo otras guerras paralelas o intersectadas o tangenciales: la geometría del conflicto es muy complicada y la trigonometría para resolverla todavía no la manejamos), 6.000.000 de desplazados, 25.000 desaparecidos, 27.000 víctimas de secuestros, 200.000 muertos mal contados, 1.800 víctimas de violencia sexual relacionadas con el conflicto armado… Cada una de estas víctimas tiene familia y amigos, si multiplicamos estos millones de dolores por cada una de las personas que lloró por su hermano muerto, su madre secuestrada, su hija violada y embarazada, su padre despedazado, sus primos desplazados, al final todos la hemos sufrido. Y luego de un minuto en que nadie se atreve a decir nada, sale la pregunta que todos están pensando: Y entonces ¿Por qué no aceptaron los acuerdos de paz? Y ahora soy yo la que calla, con un silencio avergonzado. ¿Cómo explicarlo? Entonces les hablo del clasismo heredado desde la época colonial, de las guerras desde la independencia hasta nuestros días, del problema agrario y los mil y un intentos de reformas agrarias fallidos, de otros acuerdos de paz donde mataron a los que se rindieron, cobardemente, impunemente. Les hablo de un partido político que fue perseguido y sus 2 candidatos presidenciales, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y un número indeterminado de militantes –entre 3.500 y 6.000– fueron asesinados, los que quedaron huyeron o se escondieron y así acabaron con un partido político. Les hablo de cómo la guerrilla terminó convertida en un grupo de narcotraficantes, al igual que los paramilitares y cientos de grupúsculos sin afiliación política que mandan y gobiernan en sus regiones. Les hablo del proceso de desmovilización de los paramilitares, de la que no conocemos los acuerdos, de que la mitad se quedaron donde estaban, armados, con los mismos negocios ilícitos, listos a seguir matando todo lo que huela a izquierda o justicia social. Y luego les hablo de las razones que esgrimían los que dijeron No: Que no se podía dar dinero a los desmovilizados. ¿Cuánto dinero? Bueno, la campaña de desinformación hablaba de millones para cada uno, pero en realidad era un único pago de $2.000.000 para empezar la vida civil y el 90% del salario mínimo, por dos años, a los que no pudieran conseguir trabajo. ¿Y cuánto es eso? Pues más o menos $700 dólares al principio y $200 dólares mensuales. Hubo un silencio calculador. Otra razón de los que votaron No es que no aceptaban la paz con impunidad. ¿En serio? Pero parece que eso es lo que ustedes han tenido siempre! Si, tristemente es así, además no hay tal. Por primera vez en un acuerdo se propone crear el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que como su nombre lo dice, se trata de que todas las víctimas del conflicto, de cualquier bando, tienen el derecho de saber la verdad de lo que pasó. El país tiene el derecho de saber por qué se dio este conflicto, cuáles fueron las causas, los orígenes y los efectos de la violencia. Las víctimas tienen derecho a recibir alguna reparación y los crímenes de lesa humanidad serán condenados. Y luego están las miles de razones falsas, pues mintieron descaradamente: Que los pensionados iban a perder la pensión. Mentira sin fundamento Que iban a expropiar tierras. No. Se van a restituir las tierras robadas a sus legítimos dueños. Que los pobres perderían sus subsidios. Mentiras sin fundamento Que Colombia se iba a convertir en Venezuela. Mentira terrorista. Que Santos era castrochavista (traduzca esta palabra y explíquela, es tan absurda!). Que las familias se iban a desintegrar y que todos los niños se iban a volver homosexuales. Mentira terrorista, malintencionada. Que se aprobaría el aborto. Mentira terrorista. Esas dos últimas perlas los deja boquiabiertos y me preguntan: ¿Pero es que se habla del aborto en los acuerdos? Nooooo, para nada. ¿Entonces? Entonces nada, que no se leyeron los acuerdos. ¿También lo de los homosexuales y la familia? Claro, los que promovían el No dijeron que los acuerdos defendían la ideología de género, entendida como: vamos a educar a los niños en la homosexualidad para que todos sean gays. Lo que en realidad está en los acuerdos es un enfoque de género: Son incluyentes. Cuando se habla de las víctimas, cuando se habla de los programas a realizar, de las ayudas se hace especial énfasis en los grupos minoritarios y los más vulnerables: niños y niñas, mujeres campesinas, afrodescendientes, indígenas y población LGBTI. Todo el acuerdo tiene el enfoque y es consecuente, desde el preámbulo: Hasta el capítulo de las víctimas: Puede que por razones gramaticales no nos guste la redacción incluyente con sus todos y todas, pero por razones humanitarias no solo la acepto, sino que la afirmo, la adopto y la aplaudo. Si alguien no está de acuerdo con esto, entonces no es problema de entender, sino de querer. Hay más razones por las que algunas personas votaron No. Por ejemplo el temor porque se va a crear un cuerpo de policía especial, lo que ha llevado a muchos a difundir la idea falsa de que sería como la Gestapo o como una policía socialista, al mejor estilo del kremlin, para intimidar a todo el que no esté de acuerdo. Son malinterpretaciones del acuerdo pues lo que éste dice es que se creará el Sistema Integral de Seguridad para el ejercicio de la política, o sea una garantía para que los insertados que participen en política no sean asesinados. Pero eso se entiende perfectamente después de lo que nos has contado de procesos pasados, ¿no? Si. También está el temor porque el presidente tendría poder absoluto por 180 días para cambiar la constitución, que no es cierto, como lo dice el Acto Legislativo de julio de 2016: Como dice claramente, el artículo es transitorio, o sea NO es permanente. Esas facultades especiales para el presidente NO le dan el poder de expedir actos legislativos, leyes estatutarias, leyes orgánicas, leyes códigos, leyes que necesiten mayoría calificada o absoluta para su aprobación, ni decretar impuestos. Los decretos tendrán control de constitucionalidad automático, quiere decir que tienen que someterse a la constitución, por ser ésta la norma general. Y se hace bajo este tipo de control cuando el ejecutivo –que es el presidente– tiene que expedir decretos de una manera más veloz que el legislativo –que es el Congreso– pero se garantiza que tienen control constitucional, o sea, que los decretos están cobijados dentro de la constitución. Entiendo la desconfianza. Este presidente no ha sido un ejemplo de lealtad pero yo creo en los acuerdos. Creo que fueron arduamente negociados entre las Farc y el gobierno, con la ayuda y garantía de representantes de otros países y otras guerras, la iglesia católica, el ejército, los comerciantes. Creo que tenemos que leer los acuerdos, debatir honestamente y no dejar que otros intereses tomen el país de rehén e impidan que se intente construir la paz.
Eso les explico, dentro de mi corto entendimiento de leyes, de lo que aprendo leyendo en mi soledad de colombiana en el exilio (si alguien lo entiende de manera diferente, discutamos que así aprendemos todos. Es más, si alguien que sabe de leyes me dice que estoy equivocada, por favor explíqueme para salir de mi ignorancia, lo digo en serio). Y ellos ya no preguntan más porque están saturados, al igual que yo, con tanta información. Al final, alguno me dice: Yo creo que el problema de Colombia no es falta de educación, es falta de corazón, pues frente a todas las razones para la paz, todavía se oponen, incluso demostrándoles las mentiras, todavía no creen. Frente a los miles de muertos, los millones de desplazados, la pobreza, y por otro lado, la esperanza, la mentalidad incluyente de todos los que quieren paz, frente a esto están las razones para el No, que descartando las mentiras y falsedades y exageraciones, son tan pequeñas, tan excluyentes, tan mezquinas que es como si frente al mar lo rechazáramos porque no cabe en un balde que podamos llevar. Y yo no digo nada porque pienso lo mismo, pero soy colombiana y me duele ese corazón que sí tengo, ese corazón que sé que tantos tienen. *Este texto es subjetivo en las opiniones, medio ilusorio en los diálogos y lo más fiel que se pudo a los hechos y referencias al acuerdo. Lo llamé subjetivo amparándome en lo que escribió Eduardo Galeano: "Celebración de la subjetividad: Yo ya llevaba un buen rato escribiendo Memoria del Fuego, y cuanto más escribía más adentro me metía en las historias que contaba. Ya me estaba costando distinguir el pasado del presente: lo que había sido estaba siendo, y estaba siendo a mi alrededor, y escribir era mi manera de golpear y de abrazar. Sin embargo, se supone que los libros de historia no son subjetivos. Se lo comenté a don José Coronel Urtecho: en este libro que estoy escribiendo, al revés y al derecho, a luz y a trasluz, se mire como se mire, se me notan a simple vista mis broncas y mis amores. Y a orillas del río San Juan, el viejo poeta me dijo que a los fanáticos de la objetividad no hay que hacerles ni puto caso: —No te preocupés —me dijo—. Así debe ser. Los que hacen de la objetividad una religión, mienten. Ellos no quieren ser objetivos, mentira: quieren ser objetos, para salvarse del dolor humano. " Eduardo Galeano
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